De sobrevivientes a protagonistas: relatos de mujeres pertenecientes al grupo de autoayuda del Centro de la Mujer de Lo Prado
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La violencia en contra de las mujeres, específicamente la que se perpetra en el contexto de la pareja, es la expresión fidedigna de la asimetría de poder basada en la supuesta naturalidad biológica de la diferencia sexual que se sustenta en la estructura patriarcal. Producto de lo anterior, es hasta hace muy poco que el problema se in-visibilizaba, naturalizaba y por ende, se comprendía como parte de la vida “privada o íntima” ubicando fuera la capacidad de intervención por parte de la sociedad. Sin embargo, gracias a uno de los grandes aportes intelectuales de los movimientos feministas que mediante el cuestionamiento de la estructura patriarcal se derriba el muro que divide el espacio público del privado, es decir, la violencia contra de las mujeres en el contexto de la pareja deja de ser un problema meramente doméstico pasando a ser un problema político, logrando así que se reconozca como un fenómeno nombrado y reconocido por su relevancia social. Ya evolucionado el discurso, este problema adquiere mayor relevancia para la sociedad consolidándose más tarde como una vulneración a de los Derechos Humanos, pues interpela a la Declaración Universal de los Derechos Humanos que señala: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad de derechos y, dotados como están de razón y conciencia deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (www.derechoshumanos.net, ONU; 1948). Más tarde en 1979, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer CEDAW reconoce que la violencia contra la mujer constituye una forma de discriminación contra ésta, producto de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, definiendo dicha.