¿De qué manera experimentan la incidencia en su edad en la profesión, bailarines mayores de 50 años?
Resumen
Dentro de la “subcultura” de la danza, existe el prejuicio de la “caducidad”
del interprete en relación a la posibilidad de movimiento de su cuerpo.
Arbitrariamente, somos los mismos bailarines que nos ponemos una edad límite
para nuestro desarrollo profesional, alrededor de los 40, considerando que el
cuerpo acumula experiencia, técnica y, por lo mismo, con el tiempo se desgasta.
Desde este lugar surge la pregunta de que si la danza es un aporte para el cuerpo,
o más bien lo desgasta.